La consultoría carga con una expectativa que parece grabada en piedra: el consultor siempre debe tener todas las respuestas. Desde que una empresa decide contratar una consultora, la narrativa es clara: se esperan soluciones directas, definitivas y sin margen de error. Pero la realidad es otra. En un mundo empresarial tan volátil y lleno de matices, esta presión no solo es poco realista, sino que también puede terminar siendo perjudicial.
Una expectativa desmedida
La figura del consultor se ha construido sobre la idea de ser un “problem solver”, alguien que entra en escena para resolver problemas que parecen insalvables desde dentro de la organización. Aunque esta habilidad es parte del ADN de la consultoría, la realidad es que ningún profesional, por talentoso o experimentado que sea, puede tener todas las respuestas en todo momento. La velocidad de los cambios tecnológicos, las particularidades de cada cliente y las innumerables variables externas hacen que la certeza absoluta sea una utopía.
El impacto de esta presión
- Ansiedad profesional: Muchos consultores, especialmente aquellos en las primeras etapas de sus carreras, sienten una enorme presión por demostrar su valor a través de respuestas inmediatas y contundentes. Esto puede llevar a decisiones apresuradas o poco fundamentadas.
- Relaciones cliente-consultor poco realistas: La expectativa de que el consultor sea un “gurú” omnisciente puede generar frustración en ambas partes. Si las soluciones no llegan rápidamente o no son las esperadas, la confianza puede erosionarse.
- Enfoque en el corto plazo: La necesidad de cumplir con esta imagen puede llevar a algunos consultores a priorizar respuestas rápidas sobre soluciones sostenibles a largo plazo.
Un cambio de paradigma necesario
En lugar de perpetuar la idea de que el consultor debe tener todas las respuestas, es fundamental replantear el rol como alguien que facilita el descubrimiento, colabora y construye soluciones junto al cliente. ¿Cómo lograrlo?
1. Fomentar la humildad profesional
Admitir que no se sabe todo no es un signo de debilidad, sino de realismo y profesionalismo. Reconocer las limitaciones propias puede abrir la puerta a una colaboración más genuina con el cliente y con otros expertos.
2. Enfocarse en hacer las preguntas correctas
En lugar de centrarse en tener las respuestas de inmediato, los consultores pueden destacar por su habilidad para formular preguntas que ayuden al cliente a reflexionar y redefinir sus desafíos.
3. Abrazar el aprendizaje continuo
La capacitación constante, tanto en áreas técnicas como en habilidades blandas, permite a los consultores estar mejor preparados para enfrentar la incertidumbre y adaptarse a las necesidades de cada cliente.
4. Colaborar en red
Aprovechar equipos multidisciplinarios y redes de conocimiento permite a los consultores ampliar sus perspectivas y ofrecer soluciones más completas sin tener que depender exclusivamente de su experiencia individual.
Redefiniendo el éxito en las consultoras
El éxito de un consultor no debe medirse por su capacidad de tener respuestas inmediatas, sino por su habilidad para guiar a las organizaciones hacia decisiones informadas y sostenibles. Esto implica un cambio de mentalidad tanto en los consultores como en las empresas que los contratan.
Cuando las consultoras adoptan una postura más colaborativa y transparente, también educan a sus clientes sobre el valor del proceso, más allá de las respuestas rápidas. En un mundo empresarial tan incierto como el actual, la verdadera fortaleza está en saber adaptarse y construir juntos, no en pretender tener todas las respuestas desde el principio.
Conclusión
La presión de ser un experto omnisciente es un desafío que los consultores modernos deben superar mediante humildad, aprendizaje continuo y colaboración. Al redefinir su rol como facilitadores en lugar de solucionadores absolutos, no solo alivian esa carga, sino que también crean relaciones más genuinas y efectivas con sus clientes. En definitiva, no se trata de saberlo todo, sino de saber cómo encontrar las respuestas juntos.